martes, 17 de enero de 2012

Mientras estaba en la ducha ella se había ido y supo que esta vez para siempre. Su recuerdo ya estaba enredado en la memoria....Lo que más iba a echar de menos sería su mirada, como fluían sus pensamientos y afloraban en sus ojos silenciosos, como había aprendido a leer en ellos su interior. Ahora sólo podía imaginarla en la distancia, quizás menos dolorosa, porque desde la primera vez que la vio supo que siempre sería libre, que nunca podría tener su corazón, y en ese momento tuvo una extraña sensación de vacío. Dos semanas después se fue de esa ciudad que en realidad nunca le había gustado. No llamó a nadie, simplemente lo hizo, sin despedidas ni explicaciones  lo dejó todo y se fue hacía el océano. Todos los días miraba el mar porque le recordaba a sus ojos, pero al igual que ella, se escurría entre sus dedos. Un día mientras paseaba pensó, ya está, nunca más podré amar, y allí paralizado, conteniendo la respiración, fue capaz de oír su voz.




 

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